Por: Alejandra López Martínez

En México seguimos fantaseando con justicieros que actúan por cuenta propia. Ante la impunidad que enfrentamos y un sistema de justicia rebasado, en el que muchas personas juzgadoras se han insensibilizado ante los crímenes que se acumulan en sus escritorios, la ciudadanía sueña con tomar la justicia en sus propias manos.
Y aunque el próximo primero de junio podremos votar por quienes ocuparán ministerios, magistraturas y judicaturas, la mayoría de las personas no está pensando en eso cuando piensa en “tomar en sus manos la justicia”.
Doña Carlota, la abuelita de Chalco, mató a dos personas e hirió a una más al negarse a abandonar su propiedad. Ya había promovido un juicio de desalojo, pero, ante la desesperación y la lentitud del sistema, decidió enfrentarlos pistola en mano. Ahora ella y sus dos hijos enfrentan un juicio, en el que podrían perder tanto la casa como la libertad.
Sin embargo, en redes sociales surgió un apoyo espontáneo hacia la señora, acompañado de la empatía de quienes han vivido situaciones similares. Muchas personas aplaudieron a Doña Carlota por “hacerse justicia”, incluso si eso implicó ejercer violencia.
No es el primer caso ni el único. Isabel Miranda de Wallace hace 20 años decidió investigar el secuestro y asesinato de su hijo, en un proceso plagado de irregularidades, tomando la justicia por su cuenta. Lo mismo hacen —con mucho menos respaldo institucional— las madres buscadoras, como Cecilia Flores, que asumen la responsabilidad del Estado para encontrar a sus seres queridos desaparecidos.
México no es el único lugar con esta narrativa. En Estados Unidos, Luigi Mangione decidió ser el vengador contra un sistema de salud corrupto, que exprime hasta el último centavo de las personas enfermas. Hoy, este joven de 22 años enfrenta la posibilidad de la pena de muerte por el asesinato de Brian Thompson, director ejecutivo de United Healthcare.
Existe en la sociedad una fantasía colectiva de ser como Batman: una figura anónima que actúa en nombre del bien mayor, sin enfrentar las consecuencias legales. Pero esa es una ficción. Batman no puede ni debe representar el ideal de justicia, porque no le corresponde investigar, detener, juzgar y castigar.
Para eso existen las instituciones. ¿Funcionan deficientemente? Sí, pero omitirlas nos llevaría al temido “Estado fallido”. En un entorno donde la indefensión aprendida se ha normalizado y la justicia parece inalcanzable, ¿estos personajes se convierten en héroes? ¿O vamos a buscar soluciones duraderas que nos fortalezcan como sociedad?