En una reciente entrevista, el especialista Dr. Andrew Almazán compartió su perspectiva sobre el desarrollo y la detección temprana de los niños genio, un proceso crucial para maximizar su potencial.
Según el Dr. Almazán, la clave para identificar a un niño sobresaliente radica en las pruebas de coeficiente intelectual (IQ). Para ser considerado un niño dotado, es necesario que el puntaje del IQ sea superior a 130 puntos, lo que es el criterio estándar en la clasificación internacional de sobredotación intelectual. Sin embargo, el especialista subraya que la detección temprana es fundamental, ya que sin ella no se pueden abrir puertas para que el niño o sus padres busquen oportunidades adecuadas de desarrollo.
El Dr. Almazán destaca que, en México, el perfil de los niños dotados debe ser reconocido y atendido de manera integral. En este sentido, lo ideal es que los niños sigan su propio ritmo de aprendizaje y se les proporcione un entorno que favorezca su desarrollo. Muchas veces, los niños con habilidades excepcionales no son identificados correctamente y, en cambio, son mal diagnosticados con trastornos como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) o incluso etiquetados como hiperactivos.
El especialista advierte que esta tendencia errónea proviene de la creencia de que si un niño no encaja en el modelo educativo tradicional o presenta un comportamiento no convencional, entonces está enfermo. Por ello, enfatiza la necesidad urgente de cambiar esta mentalidad, pues un niño que no se adapta a la escuela convencional o se aburre fácilmente puede estar buscando un reto mayor acorde a su inteligencia.
El proceso de detección, según el Dr. Almazán, debe incluir pruebas de inteligencia confiables, como las que él mismo realiza dentro de su especialidad, basadas en fundamentos sólidos de la psicología. Estas pruebas sirven como un punto de partida para identificar el talento de un niño, aunque no constituyen el diagnóstico definitivo. A través de ellas, se evalúan aspectos como la memoria, la rapidez mental y las habilidades verbales, ayudando a los profesionales a determinar si el niño tiene una capacidad excepcional o si su talento se debe a una excelente memoria.
Además de la evaluación del IQ, el Dr. Almazán subraya que el trabajo no termina ahí. Es necesario realizar un análisis detallado para identificar las áreas de fortaleza y debilidad, complementado con pruebas neurológicas para descartar posibles trastornos y evaluar el neurodesarrollo. Este enfoque integral asegura que se puedan detectar las necesidades específicas de cada niño y ofrecerles el entorno adecuado para su crecimiento.
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