Por: Josafat Tapia Castillo

Había estado pensando en eso ….. “tengo que lograr que la gente voltee a verme y hable de mi”. No importa lo que tenga que hacer. Súbitamente vino una excelente idea a mi cabeza:
Un disfraz, un disfraz capaz de hacer voltear hasta la más distraída de las personas, un disfraz completo, de pies a cabeza, algo que me cubra totalmente, por fuera y por dentro. Estuve dedicando semanas, meses, años enteros, para diseñarlo, hasta que por fin estuvo listo, era perfecto.
El disfraz me amolda al cuerpo de una, manera increíble. Además, estoy seguro -esto me cubrirá y me protegerá, sin tantas complicaciones-. Me mire en el espejo, pensando ahora al fin, después de tanto tiempo tendrán que notarme. Ahora si podré salir a caminar por la calle….¡eso es, todos están mirándome!.
Anduvo por los parques asustando a los perros, en los edificios y en las oficinas se la pasó enseñando sus colmillos a las empleadas, entró a las escuelas, a las jugueterías y a las casas, en donde aullaba para amedrentar a los niños. Era obvio, lo habían notado.
Sin embargo, pasado el tiempo, el encanto desapareció, había algo ilegible en esos ojos que lo miraban, algo que no le acababa de gustar. En una ocasión en que estaba escondido detrás de un árbol en un parque, tratando de asustar a unos niños, uno de ellos, volteó hacia él y lo descubrió; se detuvo, se acercó al árbol, lo observó fijamente y exclamó: ¿Ya vieron que cosa más fea?
La cara que puso el niño al verlo fue lo que más lo desconcertó. Cómo es posible que después de tanto trabajo, de tanta dedicación, alguien pueda hablar así de mi genial disfraz.
He logrado acaparar la atención de los demás, pero no contaba con esto, no es como yo quiero. -Ni siquiera como protección me sirvió, ya no me gusta tener esto encima-, ¡no se qué pasó! ¡ me siento tan avergonzado!
Es necesario hacer algo, quitarme el disfraz será lo mejor, lo tirare, lo destrozare, lo alejare de mi vida. Se paró frente al espejo recorrió con su mirada el cuerpo, la boca, sus orejas largas, las mejillas, la nariz, y al llegar a sus ojos, quién sabe qué vio pues puso inmediatamente manos a la obra, dijo: –Al fin que quitármelo de encima no será nada difícil, sólo es cuestión de dar un buen tirón-, pero tiró y tiró…. estiró y forcejeó, aquí y allá…. era inútil, no podía deshacerse de él. El disfraz no se le desprendía, seguía pegado a él como su piel.
De pronto recordó…
¡Claro, el cierre!; eso es le puse un cierre; seguramente por ahí se abrirá, voy a buscarlo, no lo veo, ni lo siento por ningún lado, sólo pelos y más pelos. Esto es desesperante ¿Cómo es posible que no pueda controlarlo?, si yo mismo lo hice.
En algún lugar debe estar el cierre; sólo tengo que buscarlo con paciencia. -Si sólo pudiera tener a alguien que me viera desde afuera y me dijera dónde está el cierre-.
No quería aceptarlo, pero por fin se decidió: saldría a la calle y pediría ayuda…era necesario. Buscó a la persona adecuada, se acercó a ella y le explicó su problema, lo más confidencial y claramente que pudo.
El desconocido empezó a buscar el cierre y después de un buen rato, por fin lo encontró…. estaba tan bien cerrado que apenas pudo correrlo unos milímetros, pero eso fue muy liberador.
Gracias le dijo al desconocido con eso es suficiente, ahora estoy seguro que el resto lo puedo realizar yo mismo.