Por Dayana Mendizabal
Los perros de asistencia desempeñan un papel crucial en la vida de personas con diversas discapacidades, proporcionando apoyo emocional y facilitando tareas diarias. Estos fieles compañeros son entrenados meticulosamente para adaptarse a las necesidades específicas de cada individuo. Las razas como el Golden Retriever, Labrador Retriever, Pastor Belga Malinois y Alaskan Malamute son comúnmente seleccionadas debido a sus características deseables de temperamento y habilidades físicas.
El proceso de adiestramiento puede llevar entre 8 y 10 meses, o incluso hasta dos años, garantizando que el perro esté completamente preparado para asistir a su futuro dueño. Algunas asociaciones trabajan con perros rescatados, ofreciéndoles una segunda oportunidad si cumplen con los requisitos para convertirse en perros de asistencia.
Los perros de asistencia se clasifican según la discapacidad que ayudan a abordar, ya sea física, auditiva, visual, alertas y emergencias, autismo, o para terapias asistidas con animales (TAA). Cada tipo de perro está entrenado para realizar tareas específicas que mejoran la calidad de vida de sus dueños.
Solicitar un perro de asistencia implica un proceso reflexivo y una evaluación del impacto que tendrá en el estilo de vida del usuario. La demanda es alta, por lo que las asociaciones realizan un proceso de selección minucioso para garantizar la correcta coincidencia entre el perro y su futuro dueño. El seguimiento posterior es crucial para asegurar la efectividad y el bienestar continuo de esta especial relación.
En el caso de los niños, se considera la edad mínima para establecer un vínculo efectivo entre el niño y su perro de asistencia, así como la capacidad del niño para asumir responsabilidades básicas.
Los perros de asistencia no solo son herramientas prácticas, sino también amigos leales que mejoran la calidad de vida de aquellos que enfrentan desafíos físicos o psicológicos.
