Aunque resulte sorprendente, la ciencia moderna aún no ha determinado con exactitud la razón primordial del sueño, su propósito esencial. Aunque se han logrado avances considerables en la comprensión de sus mecanismos biológicos y funciones, todavía desconocemos el motivo fundamental de dormir y las razones evolutivas que han preservado este estado neurobiológico. A diferencia de la alimentación voluntaria, el sueño es una necesidad fisiológica inevitable. Mientras una persona puede optar por dejar de comer, es imposible suprimir indefinidamente la necesidad de dormir o respirar. La evolución ha asignado el control del sueño a mecanismos cerebrales autónomos de supervivencia, lo que demuestra su rol crucial en el mantenimiento de la vida.
Para entender su función, es necesario abordar el sueño desde dos perspectivas complementarias: la filogenia, que estudia su evolución a lo largo de las especies animales durante millones de años, y la ontogenia, que analiza su desarrollo en la vida individual, especialmente en los seres humanos. Este enfoque dual requiere investigar tanto el comportamiento animal como el desarrollo infantil.
El estudio científico del sueño involucra la observación de la actividad cerebral, ya que es el órgano principal en este proceso, mientras que el resto del cuerpo lo acompaña. La principal técnica utilizada para ello es el electroencefalograma (EEG), que implica conectar el cerebro a un dispositivo de registro a través de un procedimiento meticuloso: preparación del cuero cabelludo, limpieza de la piel, aplicación de pasta conductora y colocación de electrodos. Este proceso, ya complejo en adultos, presenta desafíos particulares en animales y niños, cuya inquietud natural puede arruinar horas de preparación en un abrir y cerrar de ojos. Un niño o un animal, si algo les molesta, simplemente lo retiran.
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En la Universidad Autónoma de Madrid, colaboramos con el Zoo de Madrid y el Oceanogràfic de Valencia para estudiar el sueño de los animales y mejorar los sistemas de registro en humanos, especialmente en menores. Esta investigación, que se realiza bajo estrictas normas de bienestar animal, ha permitido desarrollar dispositivos de encefalografía no invasivos e inocuos, los cuales facilitarán las investigaciones. Son ligeros, adhesivos, causan poca molestia y, al conectarse a un smartphone, pueden detectar las ondas cerebrales y enviar los datos a los especialistas para determinar si los patrones de sueño son normales o requieren evaluación médica.
Todos los animales duermen, aunque de diferentes maneras. Los mamíferos y aves tienen dos fases de sueño: NREM (sueño profundo sin movimientos oculares rápidos) y REM (sueño activo con movimientos oculares rápidos). Como analogía, estar despierto sería como un coche en marcha, el sueño NREM sería como un motor en ralentí y el REM como un coche acelerando en punto muerto. Mientras dormimos, el cerebro mantiene una intensa actividad con patrones diferenciados. Por ejemplo, durante la fase REM, que es cuando solemos soñar, el cerebro está muy activo, pero unas neuronas del tronco cerebral paralizan todo el cuerpo, evitando que actuemos de acuerdo con lo que estamos soñando.
Si observamos el sueño a lo largo de la ontogenia (el desarrollo de la vida en el tiempo), vemos que al nacer el sueño ocupa entre 16 y 17 horas diarias, interrumpido por pequeñas vigilias, que a veces ocurren durante la noche, algo que los padres, sobre todo las madres lactantes, bien conocen. A medida que avanza el primer año, ocurren dos cambios importantes: las horas de sueño se reducen a aproximadamente 14 horas y el descanso se consolida en el periodo nocturno, entre las 20:00 y las 8:00, con tres siestas diurnas a los 6 meses, y dos entre los 9 y 12 meses (una por la mañana y otra por la tarde). Estos son los patrones más comunes, aunque durante el primer año pueden observarse diferencias individuales sin que ello implique necesariamente un problema.
En la adolescencia, el tiempo de sueño se estabiliza entre 8 y 9 horas, y además ocurre un fenómeno interesante: el retraso en el inicio del sueño. Aunque las causas no están completamente claras, existen teorías que sugieren un beneficio evolutivo. En Dinamarca, por ejemplo, algunas escuelas han experimentado con retrasar la entrada al colegio para los adolescentes, lo que ha mostrado mejoras en su rendimiento escolar. Un ejemplo de esto es la Taastrup Realskole, ubicada a unos 20 kilómetros al oeste de Copenhague, que ha implementado la medida con resultados positivos, según informó Euronews en julio de 2024.
La mayoría de los niños desarrollan sus patrones de sueño de manera normal, aunque a veces somos los adultos, con nuestras ideas preconcebidas y la vida en una sociedad industrializada, quienes influimos negativamente. En sociedades preindustriales, donde no es necesario despertar a los menores para llevarlos al colegio a horas intempestivas, donde no hay televisión ni smartphones, no se entienden los problemas relacionados con el sueño infantil que enfrentamos hoy. En esos lugares, los niños duermen con los padres desde que nacen hasta que deciden no hacerlo. Se acuestan cuando se va el sol y se levantan cuando sale, sin problemas.