La primera semana de la LXV legislatura del Senado ha sido testigo de una traición política que ha dejado sin representación a la oposición en Michoacán y Tabasco. Dos senadores de primera minoría, encargados de defender los intereses de los votantes que los eligieron, decidieron unirse a la bancada oficialista, abandonando sus compromisos de campaña.
La figura del senador de minoría, que busca equilibrar el poder político, ha quedado en entredicho tras estos movimientos. Los electores de ambos estados han quedado “huérfanos” políticamente, y las fuerzas opositoras (PRI, PAN, MC) ven cómo se reduce su capacidad de bloquear reformas críticas, como la judicial.
Uno de los casos más sonados es el del senador Yunes Márquez, quien se comprometió públicamente a votar contra la reforma judicial, pero desapareció el día del debate. Su ausencia, lejos de ser accidental, parece parte de una estrategia política que fortalece al oficialismo y debilita a la oposición.
Este tipo de “desapariciones” no es nuevo en la política mexicana, donde el oportunismo y la moral acomodaticia permiten a ciertos políticos cambiar de bando sin pagar un costo político real. La pregunta que queda es: ¿qué obtuvo el PAN al postular la fórmula de los Yunes? Y, sobre todo, ¿qué sigue para los votantes que han sido traicionados?