El sedentarismo se ha convertido en una de las epidemias más prevalentes de nuestra sociedad moderna. A menudo, subestimamos los efectos que la falta de actividad física puede tener sobre nuestra salud, especialmente en lo que respecta al sistema digestivo.
La inactividad prolongada afecta directamente al funcionamiento del intestino, interrumpiendo su flujo natural y promoviendo condiciones como el estreñimiento y la obstrucción intestinal. Imaginemos que nuestro sistema digestivo es como una cinta transportadora en un aeropuerto: cuando esta se detiene, las maletas (en este caso, los residuos corporales) se acumulan y el proceso se ve obstruido. De manera similar, nuestro cuerpo necesita movimiento para mantener el tránsito intestinal en funcionamiento.
La evidencia científica apoya fuertemente la idea de que el ejercicio físico regular tiene un impacto positivo en el sistema digestivo. Actividades como caminar a paso rápido, correr moderadamente o realizar tareas domésticas de intensidad vigorosa durante al menos una hora diaria, pueden mejorar el tránsito intestinal en un 16% y aumentar la actividad en el colon en un 25%. Incluso ejercicios más intensos, como el jogging o andar en bicicleta, contribuyen a la mejora del tránsito, reduciendo el tiempo de evacuación en el colon y promoviendo una mayor regularidad intestinal.
La importancia del ejercicio se hace aún más evidente cuando se trata de trastornos como el síndrome de colon irritable, donde el ejercicio aeróbico no solo mejora la motilidad intestinal, sino que también alivia síntomas como la distensión abdominal y el dolor, mejorando la calidad de vida de los pacientes.
La práctica constante de ejercicio también se ha demostrado eficaz en el tratamiento de trastornos inflamatorios intestinales crónicos, al reducir la inflamación y mejorar la autoestima y el bienestar psicológico de los pacientes. Por ello, se recomienda que todas las personas, independientemente de su estado de salud, dediquen entre 150 y 300 minutos semanales a actividades físicas aeróbicas de moderada a alta intensidad, así como ejercicios de fortalecimiento muscular al menos dos veces por semana.
En personas con trastornos digestivos, dedicar 180 minutos semanales en actividades como caminar, trotar, practicar yoga o pilates, y ejercicios de fortalecimiento, puede mejorar significativamente los síntomas gastrointestinales y su calidad de vida.
El sedentarismo, al igual que la parada de una cinta transportadora, obstruye el flujo natural del cuerpo. Al incorporar ejercicio en nuestra vida diaria, no solo evitamos estos problemas digestivos, sino que también mejoramos nuestro bienestar general, promoviendo una digestión saludable y equilibrada. El movimiento es, por lo tanto, una herramienta esencial para prevenir y tratar trastornos intestinales, y garantizar que nuestro sistema digestivo funcione de manera óptima.