Ciudad de México — Cada vez son más las parejas que eligen amar sin convivir. En un mundo donde el individualismo crece, las llamadas parejas LAT (Living Apart Together) están redefiniendo lo que significa estar en una relación estable. Pueden estar casadas o llevar años juntas, pero optan por vivir en hogares separados. ¿Por qué? Porque, para muchos, la cercanía emocional no requiere de una cohabitación física.
Este modelo, cada vez más común en ciudades grandes y entre personas mayores de 30 años, permite equilibrar la vida en pareja con la independencia personal. Según sociólogos y terapeutas de pareja, el modelo LAT no es una moda pasajera, sino una forma legítima de relación que responde a nuevas prioridades afectivas, económicas y psicológicas.

“Es una manera de construir intimidad sin renunciar a la autonomía”, explica la terapeuta de vínculos Mariana Esquivel. “En un mundo donde las carreras, los espacios personales y la salud mental tienen más peso que antes, vivir separados puede ser una forma de preservar el amor”.
Este fenómeno también se ve reflejado en parejas casadas que, incluso tras pasar por el altar, deciden mantener dos hogares. No se trata de falta de compromiso, sino de un compromiso con otras reglas: las visitas son programadas, el deseo se renueva, y los conflictos cotidianos de la convivencia desaparecen en gran medida.
Las redes sociales, el teletrabajo y los valores de las nuevas generaciones, especialmente millennials y centennials, han facilitado este tipo de relaciones. Según una encuesta de YouGov, el 30 % de los adultos en relaciones largas en países occidentales han considerado o practicado este modelo al menos una vez.
Aunque no está exento de desafíos —como los costos de mantener dos viviendas o las expectativas familiares—, el LAT se presenta como una respuesta moderna a un amor más consciente, menos dependiente y más libre.