En una época en la que la comunicación digital ha redefinido las formas de relacionarse, también ha traído consigo nuevos retos en el terreno amoroso. Las llamadas microinfidelidades son un fenómeno cada vez más presente en las parejas contemporáneas, y aunque no implican una traición física, sí pueden desencadenar conflictos profundos y duraderos.
Pero… ¿qué son exactamente? Las microinfidelidades son pequeñas acciones que, aunque sutiles y aparentemente inofensivas, pueden interpretarse como una traición emocional o un desliz hacia otra persona fuera de la relación de pareja. Algunos ejemplos frecuentes incluyen coquetear por redes sociales, guardar mensajes con un ex sin decirlo, hablar constantemente con alguien que genera tensión en la relación o mantener en secreto ciertas interacciones.
Estas conductas suelen justificarse con frases como “no pasó nada” o “solo somos amigos”, pero el impacto emocional en la pareja puede ser igual de fuerte que una infidelidad directa. La doctora en psicología clínica Melanie Schilling, pionera en el término, sostiene que “las microinfidelidades pueden ser pequeñas, pero cuando se acumulan, erosionan la intimidad y la confianza como una gota constante de agua sobre piedra”.

Además, el problema más complejo de las microinfidelidades es que suelen ser invisibles para quien las comete. La línea entre lo que está bien y lo que no, se vuelve borrosa si no hay acuerdos claros en la pareja. Por eso, la comunicación honesta y constante es clave para prevenir malentendidos y evitar que este tipo de acciones se normalicen.
En resumen, las microinfidelidades son una invitación a revisar nuestras intenciones, a reflexionar sobre los límites que tenemos como pareja y a fortalecer la confianza a través de acuerdos explícitos y empatía.