Por Dayana Mendizabal
En las áridas tierras del estado mexicano de Chihuahua, una antigua estirpe canina conocida como los Chihuahueños ha dejado una huella imborrable en la historia de la región. Originarios de las civilizaciones tolteca y maya, estos pequeños perros, descendientes de los venerados techichis, han sido testigos de la grandeza y la caída de imperios a lo largo de los siglos.
Su nombre, que evoca las tierras áridas y arenosas que habitan, resuena con el eco de la historia ancestral de estas nobles criaturas. Desde las pirámides de Cholula hasta las ruinas de Chichén Itzá, los Chihuahueños han dejado su huella en todo Mesoamérica, como símbolos de lealtad y compañerismo.
A lo largo de los años, los Chihuahueños han sido compañeros fieles de los habitantes de la región, acompañándolos en largos viajes por el desierto y protegiéndolos de los peligros del camino. Su valentía y espíritu intrépido han sido venerados por generaciones, convirtiéndolos en verdaderos guardianes de una antigua estirpe.
Aunque su origen y evolución han sido objeto de debate y especulación, una cosa es segura: los Chihuahueños continúan siendo una parte integral del tejido cultural de Chihuahua, recordándonos la importancia de honrar y preservar nuestras raíces ancestrales.