Podemos considerar que la arquitectura es un reflejo de la sociedad o del usuario, acorde al año o época en que vive. En cierta forma, podríamos decir que sí, ya que la era tecnológica nos ha alcanzado y rebasado de tal manera que hemos visto construcciones futuristas de costos exorbitantes, en donde todo es tecnología y avances en todos los sentidos: casas del futuro que veíamos en Los Supersónicos contrastan con las casas de Los Picapiedra, más rudimentarias y de estilos simples.
Sin embargo, como hemos visto, en una sola época los avances que separan la Edad de Piedra del futuro distan mucho unos de otros. No obstante, las rutinas siguen siendo las mismas. Entonces, nos adaptamos al cambio o vivimos el cambio en la época que nos encontremos, puesto que las actividades continúan siendo las mismas. Seguimos creando espacios para la dispersión, laboral o de entretenimiento, sin que estos sean usados de acuerdo con las necesidades reales del usuario. Es decir, hacemos parques y terminamos dándoles usos distintos; en áreas donde no se permiten actividades, se realizan igualmente. El deber ser cambia por el comportamiento del usuario: caminos que se convierten en senderos por no usar el paso peatonal, personas que dejan de utilizar puentes y cruzan sobre vialidades. Ejemplos que podrían parecer mentira o memes, son parte de nuestra realidad.
La arquitectura debería ser un reflejo de los tiempos de la sociedad, de su avance industrial y tecnológico, acorde con los tiempos y los procesos. El estilo arquitectónico no siempre se ve reflejado en su tiempo. De acuerdo con Le Corbusier, “la arquitectura es el punto de partida del que quiera llevar a la humanidad a un lugar mejor”.
Basado en sus principios, el maestro Le Corbusier estableció cinco fundamentos: pilotis (zapatas elevadas), planta libre, fachada libre, ventana corrida y jardín en la azotea. Para él, esta era una arquitectura permeable, adaptable a un modernismo de verticalidad eficiente, que dignificara la vida misma. Consideraba esta arquitectura como una máquina de bienestar, donde naciera el equilibrio entre forma, función y luz; un estuche de la vida, una máquina de felicidad.
En primer término, pilotis refiere a plantas libres de muros, optimizando los espacios y creando áreas abiertas sin estructuras pesadas. Estas verticalidades se utilizan para dar lugar a estacionamientos, y posteriormente, a centros comerciales y zonas exclusivas de vivienda multifamiliar o lofts con calidad de vida y exclusividad.
El segundo de los términos, planta libre, hace referencia a un manejo mayor de la volumetría y la complejidad, permitiendo espacios más abiertos, una mayor visión espacial, así como el uso de muros divisorios o biombos en distintos materiales, desde muros corredizos hasta muros de cristal.
El tercer término, fachada libre, alude al revestimiento exterior, es decir, jugar con la forma. Esto permite crear diseños más vanguardistas, con sinuosidad y volumen, una armonía perfecta entre los materiales, los cuales pueden ir desde el cristal puro hasta combinaciones elegantes de cristal, madera y acero; la clásica de cristal y acero, o la más simple de cristal y concreto.
El cuarto término refiere a las ventanas o ventanales, así como a estructuras no tan rígidas, dando mayor amplitud a los espacios interiores y permitiendo un contacto más directo con el entorno y el espacio exterior. Se logra así un juego entre luz e iluminación más natural.
El quinto, y no menos importante, es la restitución del espacio ocupado, es decir, jardines verdes o azoteas verdes con el mismo precepto que los Jardines Colgantes de Babilonia. El gran maestro reconecta con la naturaleza recuperando, en la parte superior, el espacio que ha sido ocupado en el inferior.
Esta gran máquina hacedora de una vida mejor es lo que recrea y nos explica el arquitecto Le Corbusier. Nos habla de la calidad de vida, como ya hemos mencionado, como hacedora de vidas. Es donde construimos un hogar; con este enfoque funcional y sencillo, nos hace ver la simplicidad de la arquitectura para una vida mejor del usuario.
Si bien nunca visitó México y la única obra suya en América Latina se encuentra en Argentina, en México la arquitectura que más se le asemeja es la referente a la casa de Frida Kahlo. Aunque fue diseñada por el arquitecto O’Gorman, es del estilo funcionalista que incluye los principios de Le Corbusier. A partir de esta casa, hemos aprendido sobre esta gran máquina y a realizar diseños que incorporan alguno o varios de estos principios. Esto es especialmente evidente en esta era, donde ya contamos con techos verdes o jardines en azoteas para recuperar el espacio inicial, utilizando áreas verdes para el esparcimiento del usuario. Estas se han convertido en terrazas en edificios exclusivos, zonas acondicionadas como microambientes para el bienestar y gusto de quienes los habitan.
Un claro ejemplo de estos principios lo vemos en los proyectos de la CDMX, donde se han creado jardines o parques elevados en los que se asocian más de tres principios: pilotis, planta libre y jardín, no necesariamente en azotea, pero sí en una parte superior. Aunque es una medida para agilizar las vialidades, y puede parecer un proyecto utópico que dista mucho de los principios originales, será funcional mientras beneficie a alguna persona. Independientemente del costo, es una propuesta que permite nuevos corredores verdes peatonales, los cuales deberán estar provistos de todas las medidas de seguridad, no solo para el usuario elevado, sino especialmente para el usuario a nivel de piso, quien debe estar más protegido por ser zona sísmica.
Es, en verdad, un verdadero reto para las ingenierías y diseñadores involucrados, para que no se convierta en un “paquidermo blanco”.
LE CORBUSIER, VISIONARIO DE LA MODERNIDAD
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