El deporte infantil, tradicionalmente asociado con diversión, aprendizaje y desarrollo personal, enfrenta una crisis preocupante: un alto porcentaje de niños abandona su práctica debido a la presión por ganar. Según la Academia Estadounidense de Pediatría, el 70% de los niños deja los deportes antes de los 13 años, principalmente porque ya no lo encuentran divertido.
El problema: el culto a la victoria
El enfoque excesivo en el rendimiento ha transformado el deporte juvenil en una competencia constante. Esta obsesión desvía la atención de los valores esenciales del deporte, como el trabajo en equipo, la resiliencia y el disfrute. Según Ryan Snelgrove, de la Universidad de Waterloo, la profesionalización temprana del deporte está desmotivando a los jóvenes, quienes sienten que sus logros solo son valorados si conducen a la victoria.
Jaclyn Ellis, entrenadora de rendimiento mental, señala que esta mentalidad de “todo o nada” limita el aprendizaje. “El deporte debería permitir cometer errores y crecer, pero hoy, el miedo al fracaso frena a los niños”, afirmó.
Historias que reflejan una tendencia preocupante
Entrenadores como Jordan Lund han optado por eliminar la puntuación y las clasificaciones en sus equipos para priorizar la diversión y el aprendizaje. Sin embargo, esta perspectiva contrasta con la práctica habitual de exigir resultados a toda costa, lo que afecta el bienestar emocional de los jóvenes atletas.
Un caso ilustrativo es el de una joven futbolista que, tras marcar un gol, lo consideró “su obligación” en lugar de un motivo de celebración. Este tipo de actitudes refleja cómo la presión por el éxito ha sustituido la alegría del juego.
El impacto de la profesionalización
La especialización temprana en un deporte, promovida por entrenadores y padres, está privando a los niños de explorar diferentes actividades de forma lúdica. Este enfoque no solo reduce su motivación, sino que también les niega experiencias enriquecedoras como el manejo de la derrota y la victoria.
Aunque la competencia tiene un papel en el desarrollo emocional, el pediatra Billy Garvey señala que es fundamental equilibrarla con un entorno que fomente el disfrute. “Los niños necesitan aprender a ganar y perder, pero también deben experimentar el deporte como una actividad divertida”, explicó.
Una propuesta para el cambio
En algunas regiones, como Ontario, se han implementado cambios que priorizan el desarrollo y la cooperación sobre los resultados. Estas medidas han demostrado ser efectivas, con un aumento significativo en la participación deportiva infantil.
Para recuperar el interés de los niños por el deporte, es necesario reenfocar su propósito: dejar de lado la presión por el rendimiento y redescubrir la diversión y el aprendizaje que ofrece. Al final, el verdadero valor del deporte radica en la experiencia, no en el marcador.