“La cuenta regresiva en Oriente Medio: Trump abandona el G7 mientras activa la alerta global”

En un giro dramático de los acontecimientos internacionales, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido abandonar de forma anticipada la cumbre del G7, celebrada en Canadá, para regresar con urgencia a Washington D.C. La razón detrás de esta decisión es clara: la creciente tensión en Oriente Medio, que amenaza con desatar una escalada militar de consecuencias impredecibles entre Irán e Israel.

La Casa Blanca ha confirmado que Trump ha convocado al Consejo de Seguridad Nacional para una sesión extraordinaria en la Sala de Situaciones esta misma noche, un indicio del grado de alarma que se vive en el despacho oval. Desde su red Truth Social, el mandatario republicano lanzó un mensaje contundente dirigido al pueblo iraní, instándoles a evacuar Teherán de inmediato y acusando a su gobierno de ignorar deliberadamente el acuerdo nuclear que, según sus palabras, “deberían haber firmado hace mucho tiempo”.

Este llamado a la evacuación no es una simple advertencia. Coincide con reportes de medios israelíes sobre un posible ataque inminente sobre la capital iraní, así como con la activación de sistemas antiaéreos en diversas ciudades del país persa. Al otro lado del conflicto, Irán ha respondido con una ofensiva a gran escala que ha recibido el nombre de Promesa Verdadera 3. Misiles balísticos y drones han sido lanzados en oleadas desde diferentes puntos, incluyendo Bagdad y Cisjordania, hacia el territorio israelí.

La situación se ha deteriorado a tal grado que China ha solicitado formalmente a sus ciudadanos evacuar Israel “lo antes posible” y ha activado canales diplomáticos con las embajadas para facilitar dicha salida. Además, se ha instado a que el retorno se realice por tierra hacia zonas consideradas más seguras, ante el riesgo inminente de una ofensiva prolongada que podría extenderse hasta el amanecer.

En medio de esta turbulencia, Trump busca apurar una salida negociada. Fuentes diplomáticas indican que el gobierno estadounidense está preparando una oferta de “última oportunidad” para Irán. Esta propuesta sería ligeramente más favorable que la entregada hace dos semanas, pero seguiría teniendo como condición inamovible que Teherán renuncie por completo al enriquecimiento de uranio. Omán, Catar e incluso Arabia Saudita han comenzado a actuar como mediadores para intentar frenar la hostilidad entre las dos potencias regionales y evitar una conflagración mayor.

Sin embargo, las intenciones diplomáticas han sido, hasta ahora, superadas por los hechos. La Guardia Revolucionaria iraní ha confirmado que la actual operación militar incluye más de 140 drones y misiles lanzados de manera sincronizada contra “objetivos estratégicos en las profundidades del territorio israelí”. Las imágenes que circulan en redes y medios de comunicación muestran cielos surcados por proyectiles y sistemas de defensa activados en múltiples zonas.

La respuesta israelí no se ha hecho esperar. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han informado que han interceptado varios misiles, aunque también reconocen que “la defensa no es hermética” y han instruido a la población a refugiarse siguiendo los protocolos de emergencia del Mando del Frente Interior.

Las reacciones internacionales no se han hecho esperar. Rusia ha condenado enérgicamente la ofensiva israelí, calificándola de provocación y advirtiendo que podría desatar una “catástrofe nuclear a gran escala”. El presidente Vladimir Putin ya ha sostenido una llamada con Trump para expresar su preocupación. La comunidad internacional, incluidos varios países latinoamericanos como Brasil, Cuba, Nicaragua y Venezuela, así como naciones del mundo islámico, también han alzado la voz contra el incremento de la violencia.

Mientras las grandes potencias mueven sus piezas diplomáticas y militares en el tablero internacional, las víctimas de este conflicto siguen siendo las poblaciones civiles atrapadas entre misiles, drones y amenazas cruzadas. Las imágenes de familias huyendo, refugios improvisados y cielos encendidos por fuego cruzado comienzan a inundar los medios de comunicación. El mundo entero observa con inquietud una crisis que podría redefinir el equilibrio geopolítico del siglo XXI.

En este contexto, el regreso anticipado de Donald Trump a la Casa Blanca no es un simple acto protocolario. Es una señal de que el epicentro del poder estadounidense se prepara para decisiones que podrían marcar el inicio de una nueva etapa de confrontación en el siempre convulso Medio Oriente. Las próximas horas serán decisivas para saber si la vía diplomática logra imponerse o si el mundo se aproxima, una vez más, al abismo de una guerra de grandes proporciones.

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