Inicia la era Sheinbaum

El pasado martes 1 de octubre se cumplió el plazo: Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera presidenta de México. Hereda un país con altos niveles de violencia en Sinaloa, la reconstrucción pendiente en Guerrero tras el paso del huracán John convertido en “tormenta zombie” y que ha dejado a su paso destrozos y muertos en el estado, un conflicto diplomático con España e incertidumbre económica derivada de la desconfianza de Estados Unidos y Canadá frente a la reforma al Poder Judicial.

Sin embargo, también hay otro lado de la moneda: hereda altos índices de aprobación gubernamental, mayoría calificada en ambas cámaras, la reforma al Poder Judicial y la Guardia Nacional bajo un mando militar (la meta del expresidente López Obrador desde el inicio de su sexenio).

Aunque la presidenta recibió un país con múltiples problemas, también recibió un enorme poder, lo que le otorga las riendas para aprobar leyes y modificar la Constitución de forma rápida, como se observó en las reformas recientes. El partido gobernará 24 estados, controlará casi el 21% de las alcaldías y tendrá mayoría en 27 congresos locales. Morena ha logrado consolidarse como el partido hegemónico, al estilo del PRI de mediados del siglo XX, algo que parecía impensable. La presidenta podrá utilizar este poder a su favor para alcanzar los niveles de gobernanza más altos en 30 años, lo que le permitirá implementar todas las políticas públicas que considere necesarias para enfrentar los problemas antes mencionados.

En los próximos seis años, la presidenta imprimirá su estilo personal de gobernar, sin una oposición que deberá ser leal, ya que no tendrá capacidad de bloquear los cambios. Como dijo el tío Ben, “con un gran poder viene también una gran responsabilidad”. Si bien es ambicioso exigirle a la presidenta Sheinbaum que elimine en su periodo los altos niveles de violencia, o que la economía crezca más del 2% promedio que hemos tenido, por el gran poder y control interno que posee, es preciso recordar que esto no será suficiente. Existen poderes fácticos y fuerzas externas que influirán de manera significativa en los resultados de su gestión. 

Comienza un sexenio lleno de grandes retos y oportunidades, pero también con la posibilidad de realizar cambios trascendentales. Por el bien de todos, que los próximos seis años sean exitosos para México y su presidenta. 

Alejandra López Martínez

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