Había una vez un leñador

Por: Josafat Tapia Castillo

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar  en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así  que el leñador se decidió a hacer  un buen papel.

     El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.

     El hombre entusiasmado salió al bosque a talar.

     En un solo día cortó dieciocho árboles.

     -te felicito-dijo el capataz-, sigue así.

     Animado por las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche se acostó bien temprano.

     A la mañana se levantó antes que nadie y se fue el bosque.

     A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.

  • me debo haber cansado- pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.

     Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad.

     Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol.

     Inquieto por el pensamiento del capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite  de desfallecer.

     El capataz le preguntó:

  • ¿cuándo afilaste tu hacha la última vez?
  • ¿afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles.

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