Por: ANA LAURA ROSAS BUCIO

Hace algunos años ya, llego a mi consultorio una jovencita de 13 años a la que llamaremos “M|ary”, que estaba sufriendo de bullying en su anterior colegio. Ahora estaba en uno nuevo donde en apariencia había sido bien recibida. Sus papas organizaron una fiesta por su cumpleaños, en la tarde, sin alcohol, bajo supervisión, pero dándole su espacio con sus nuevos amigos. La organización de la fiesta fue un tema emocionante por semanas y días antes de la fiesta ella estaba muy emocionada. Días después de la fiesta ya no estaba tan contenta, y al explorar que había pasado, ella contó de la “fiesta arcoíris” que había sucedido en su casa y del malestar que sentía por lo sucedido. Sus papas, aunque eran muy jóvenes no sabían lo que era una “fiesta arcoíris” y al enterarse se sintieron altamente impactados y preocupados y la trajeron a consulta.
Una fiesta arcoíris es una reunión de adolescentes entre los 11-14 años donde en un juego muy semejante al de la “Botella” se sientan en circulo una niña y un chico, otra niña, otro chico y le dan vueltas a la botella hasta que una chica apunte a un chico. Así la niña que tiene un pintalabios de color diferente al de las demás, se pinta los labios, mientras el chico, de la misma edad en promedio que las niñas, se desabrocha su pantalón y saca su miembro, para que la adolescente lo introduzca en su boca y pinte con sus labios en la base del pene de su amigo o compañero de salón un circulo con el color de su labial, y así cada una de las chicas hace lo mismo con los miembros viriles de sus compañeros hasta que se forme un arcoíris de colores en el sexo del chico. Gana quien no eyacule pronto y quien logre tener más círculos de colores. El premio puede ser económico, o el prestigio de haber aguantado tanto, o que tantas bocas hayan pintado círculos de colores en él.
¿Las chicas ganan algo? En dicho de esta preadolescente que aún no menstruaba, lo que ellas ganaban era “probar” a todos sus compañeros. Siendo una practica que se realiza sin preservativo, ni ninguna medida de prevención de ETS. De hecho, en dicho de Mary, ni siquiera es considerado una practica sexual, sino que es un “juego”.
Mary, a sus trece años, apenas estaban sucediendo los cambios en su cuerpo, aún no llegaba su menstruación y no había dado un beso en la boca nunca. Pero ese día tuvo que meterse el sexo de sus compañeros de salón que eran 14 adolescentes entre los 13 y 14 años.
Las y los adolescentes tienen sexo, nos guste o no, queramos o no, tienen practicas sexuales. Eso es algo que ya no deberíamos poner en duda. Por esto es importante brindar educación sexual integral. Porque sucede y necesitamos de manera urgente brindar a nuestros adolescentes toda la información necesaria para que cuenten con los elementos para cuidarse, para poder poner límites, para que puedan defenderse de la presión de grupo, o tener elementos para defenderse de agresiones sexuales.
No se trata de que no tengan sexo, que sí, es lo ideal que no suceda tan jóvenes, sino de que tengan las armas para poder tomar decisiones conscientes, para que puedan protegerse de enfermedades, o de un embarazo no deseado.
Después de Mary, supe de otras chicas más, ya sea en consulta o en talleres en secundarias o preparatorias que habían vivido este tipo de “fiestas” y lo común es que aunque dijeran que sí, que se habían divertido para algunas de ellas (y yo me atrevería decir que a todas fue una práctica que se realizó bajo presión, donde al menos la primera vez no hubieran querido que sucediera así, ni tantas veces, y que en ocasiones posteriores bajo el consumo de alcohol o hasta otras sustancias, “facilitaba” que sucediera. Y en la experiencia masculina que parece que es muy ventajosa, la realidad es que por la edad también para los chicos termina siendo una experiencia muy “fuerte” ya que se trata de una práctica de sexo grupal y no siempre es una experiencia fácil también para algunos de los adolescentes.
He conocido a adultos que al hablar de estas prácticas las han llamado leyendas urbanas, o que suceden en otros países, pero no en México, y con lo que me gustaría que de verdad no fueran reales, esta y otras prácticas como las “fiestas semáforo” o el “juego del muelle” también suceden, con rangos de edades entre los 11 y 15 años, como juegos grupales que suceden en fiestas o en parques o en casas de las y los adolescentes. Porque son practicas de riesgo, donde en la mayoría de las veces las y los adolescentes no quieren iniciar su vida sexual de esta manera, pero no saben como enfrentarlo y además no tienen con quien hablarlo, mas que otras y otros jóvenes que tampoco saben como enfrentar o interpretar las cosas.
No podemos ignorar las cosas, por la salud, la seguridad de nuestras/os adolescentes. La educación sexual es esencial se brinde desde la infancia y en cada etapa se actualice a las necesidades propias de la adolescencia, la adultez o la tercera edad. Siempre vamos a necesitar orientación, adaptación, e información. Pero principalmente nuestras niñas/niños y adolescentes necesitan acompañamiento, orientación y guía y somos nosotros sus padres, sus profesores, su familia, quienes debemos de brindárselas.
Hablar de sexo debe ser como cualquier otra conversación en casa, como cuidarse en la calle, o que van a estudiar de mayores, o la importancia de alimentarse sanamente y dormir. No podemos seguir pensando que hablar de sexo es incorrecto, o que los estamos invitando a hacerlo si tenemos estas conversaciones.
Las y los adolescentes están expuestos a ambientes donde es posible que se sientan presionados a hacer algo que no necesariamente quieren, o si surge desde su iniciativa hacerlo, entonces que cuenten con las herramientas para gestionarlo a su necesidad y gusto, con las precauciones necesarias y hasta donde ellas y ellos quieran. No hablar los expone, y de hecho si los adultos no nos informamos y lo compartimos, somos nosotros quienes los estamos exponiendo. Es hora de atrevernos.