Por Dayana Mendizabal
Ubicada en el corazón de la Ciudad de México, la Churrería El Moro se erige como un emblema clásico de la gastronomía capitalina, transportando a sus visitantes a una tradición que se remonta a 1935. Fundada por Francisco Iriarte, quien llevó consigo la receta y el arte de hacer churros desde España hasta México, la churrería ha florecido como un ícono culinario y cultural.
La esencia de El Moro radica en sus churros clásicos, espolvoreados con canela y acompañados de diversas presentaciones de chocolate. La historia de esta churrería se entrelaza con las raíces españolas de este delicioso postre, diferenciándose de las porras por el añadido de agua caliente en su preparación.
La migración de Francisco Iriarte a México debido a la Guerra Civil española marcó el inicio de esta tradición en el Zócalo de la Ciudad de México. Lo que comenzó como la venta ambulante con un cochecito evolucionó rápidamente a la apertura de un local en la antigua avenida San Juan de Letrán. El nombre “El Moro” rinde homenaje a quienes elaboran churros en España, lejos de connotaciones negativas.
Tras la partida de Francisco Iriarte, la churrería se convirtió en un legado familiar, pasando a manos de sus hermanos José, Santiago e Ignacio. A lo largo de las generaciones, la Churrería El Moro ha perdurado como un punto de referencia gastronómico y cultural en la Ciudad de México, atrayendo a visitantes de todas partes, incluyendo figuras prominentes como Cantinflas, Tin Tan y Octavio Paz. Con un horario extenso, de 8 am a 11 pm, El Moro sigue endulzando la vida de los capitalinos y visitantes con su inconfundible sabor y legado centenario.
