CDMX- El taco no es solo un platillo, es un legado. Un testimonio vivo de historia, sabor y cultura que ha resistido el paso del tiempo. Cada mordida es una crónica del pueblo, una historia envuelta en maíz y servida con limón, cilantro y salsa. En la Ciudad de México, los tacos no son una simple comida rápida; son un ritual, una razón para reunirse, una forma de vida.
Desde el taco al pastor que gira con paciencia en su trompo, hasta la suculenta suadita que se cuece con el vapor de la historia, cada taquería en la capital tiene su propia versión del platillo más amado de México. En este Día del Taco, celebramos no solo su sabor, sino las historias de quienes los preparan, de los que han perfeccionado su arte tras generaciones.

El Origen del Taco: Un Viaje en el Tiempo
Hablar del taco es hablar de un linaje gastronómico que se remonta a los tiempos prehispánicos. Los primeros tacos no llevaban pastor ni bistec, sino insectos, pescado y carnes de caza. Con la llegada de los españoles, se incorporaron ingredientes como la carne de res y cerdo, y con el tiempo, las migraciones internas del país fueron dando forma a los tacos que hoy conocemos.
La Ciudad de México, siendo el epicentro del mestizaje culinario, vio nacer y evolucionar sus propias versiones de tacos icónicos. Desde los tacos de canasta que llegaron en bicicleta desde Tlaxcala hasta el taco campechano, mezcla perfecta de carne y chicharrón, la CDMX se ha convertido en el ombligo del mundo taquero.

Más que un platillo, una identidad
El taco es democrático. Une al oficinista con el albañil, al estudiante con el empresario. No distingue entre clases ni edades. Es el refugio del hambre y el alivio del alma. En la CDMX, cada esquina tiene una historia taquera que contar y cada taquero es un cronista sin micrófono, pero con un comal ardiente.
Este Día del Taco, celebremos su historia, su sabor y su legado. Porque el taco no solo se come, se vive.
Por: Roberto Vargas