En una reciente entrevista el especialista MVZ Raúl Ocadiz, nos hablo del delfín nariz de botella (Tursiops truncatus), una de las especies más reconocidas y carismáticas del mundo marino. Aunque no es una especie endémica de México, habita ampliamente en las costas mexicanas, siendo uno de los cetáceos más comunes y fácilmente identificables por su apariencia y comportamiento sociable. Esta especie pertenece al orden Cetacea, al suborden Odontoceti, que agrupa a los cetáceos dentados, y a la familia Delphinidae.

En México, es posible observarlos en distintas playas a lo largo del país, desde el Golfo de México hasta el Pacífico. Existen dos formas principales de esta especie: los delfines costeros y los pelágicos. Los primeros suelen ser más pequeños en tamaño y peso, y frecuentan áreas cercanas a la costa como Tabasco o Puerto Vallarta. Por otro lado, los delfines pelágicos habitan mar adentro, a más de 30 o 40 kilómetros de la costa, y suelen ser de mayor tamaño y estructura más robusta.
Una de las características más fascinantes del delfín nariz de botella es su vida social. Viven en grupos conocidos como manadas o vainas, formadas por varios individuos que cooperan entre sí. Esta organización social les permite cazar en equipo, defenderse de depredadores y criar a sus crías con protección y compañía. La interacción entre ellos es constante y compleja, utilizando una amplia variedad de sonidos, saltos y movimientos para comunicarse.

En cuanto a su alimentación, estos delfines son carnívoros y se alimentan principalmente de peces, calamares y crustáceos. Usan técnicas de caza cooperativa y ecolocalización para ubicar a sus presas en el agua, lo que les permite adaptarse a diferentes entornos marinos. En zonas costeras, incluso han sido vistos colaborando para empujar bancos de peces hacia la orilla, facilitando la captura.
El delfín nariz de botella es también una especie que ha demostrado gran inteligencia y una curiosidad natural hacia los humanos. Por eso, es común verlos acercarse a embarcaciones o participar en actividades de observación marina, siempre que estas se realicen de manera ética y responsable. En cuanto a su longevidad, bajo cuidado humano pueden llegar a vivir hasta 48 años, mientras que en libertad la expectativa de vida es un poco menor debido a amenazas como la depredación por orcas, la contaminación, el tráfico marítimo o la caza incidental.
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