En la actualidad, la crianza está saturada de consejos contradictorios y exigencias cada vez más altas, lo que ha generado una gran presión sobre los padres, especialmente las madres.
Un modelo de crianza exigente
El concepto de “madre intensiva” fue acuñado en los años 90 por la socióloga Sharon Hays en The Cultural Contradictions of Motherhood. Se refiere a un modelo de crianza en el que las madres deben dedicar una cantidad excesiva de tiempo, esfuerzo y recursos al desarrollo de sus hijos, siguiendo indicaciones de expertos y tendencias educativas.
Esta visión ha impulsado una industria de productos y estrategias de estimulación infantil que han generado altos niveles de ansiedad en las familias.
En su libro Motherdom: Breaking Free from Bad Science and Good Mother Myths, Alex Bollen analiza cómo la neurociencia ha sido utilizada para reforzar la idea de la crianza intensiva, muchas veces basada en estudios con metodologías cuestionables.
Algunas afirmaciones, como que la interacción materna modifica el hipocampo del bebé o que el estrés infantil deja secuelas cerebrales irreversibles, han sido sacadas de contexto o extrapoladas de estudios en animales o en niños en situaciones extremas.
Bollen también critica cómo estos discursos han influido en políticas públicas, como el informe británico The Best Start for Life: A Vision for the 1,001 Critical Days (2021), que sostiene que las experiencias tempranas determinan el desarrollo cerebral de manera permanente, sin considerar factores sociales y económicos.

Uno de los efectos más perjudiciales de la crianza intensiva es la sobrecarga emocional y mental de las madres. Conceptos como serve and return, que promueven la necesidad de responder constantemente a las señales de los bebés para estimular su desarrollo, pueden generar estrés y sentimientos de culpa cuando no se logra cumplir con estas expectativas.
Además, muchas investigaciones han centrado su enfoque en el “cuidador primario”, reforzando la idea de que la responsabilidad del desarrollo infantil recae principalmente en la madre, dejando de lado el papel del padre y otros cuidadores.
Un enfoque más equilibrado de la crianza
Tanto Bollen como la psicóloga Alison Gopnik, autora de The Gardener and the Carpenter, sugieren una visión menos rígida y exigente de la crianza. En lugar de intentar moldear meticulosamente el desarrollo infantil, los padres deberían enfocarse en crear un ambiente estable y afectuoso, confiando en la capacidad natural de los niños para aprender y adaptarse.
El desafío actual no es añadir más exigencias a la crianza, sino reconocer que el desarrollo infantil es un proceso dinámico donde el amor, la estabilidad y el bienestar general son factores clave, por encima de cualquier estrategia de optimización.