El círculo del 99

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Por: Josafat Tapia Castillo

Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente muy feliz. Todas las mañanas llevaba el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones 

Un día el Rey lo mandó llamar y le preguntó ¿cual es el secreto de tu alegría? 

No hay ningún secreto alteza.

No me mientas, ¿porqué estás siempre alegre y feliz?

Majestad no tengo razones para estar triste, vivo en palacio y tengo todo para mi, para mi esposa y mis hijos y además me da algunas monedas por atenderlo, ¿cómo no estar feliz?

El rey desesperado mandó llamar al más sabio de sus consejeros y le preguntó ¿por qué el paje es tan feliz?

Ah majestad lo que pasa es que él está fuera del círculo

¿Y eso lo hace feliz?

No majestad eso es lo que no lo hace infeliz.

¿Y cómo salió del círculo?

No nunca entró.

¿De qué círculo me hablas?

Del círculo del 99. 

¿Y eso que es?, no entiendo nada, eso no me explica por qué es tan feliz.

-No estamos seguros de que el sea verdaderamente feliz

-Y como podemos saberlo

Para eso es necesario que él entre al círculo.

Eso es, obliguémoslo a entrar o engañémoslo para que entre.

No se puede obligar a nadie, ni hará falta engañarlo. Si no es verdaderamente feliz como es y con lo que hace entrará solo en el círculo y sufrirá las consecuencias.

¿ Y no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?

Si se dará cuenta… entonces no entrará.

¿No lo podrá evitar, quiere probar? 

Si.

Esta noche deberá tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro. Ni una más ni una menos.

Así fue, a la noche el sabio pasó a buscar al rey. Cuando el paje despertó por la madrugada y encendió la primera vela, el sabio tomó la bolsa de cuero con las 99 monedas y le pinchó un papel que decía.. “este tesoro es tuyo Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie  cómo lo encontraste”. Luego ató la bolsa a la puerta del paje, golpeó la puerta y se escondió.

El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa, la apretó a su pecho, miró para todos lados de la puerta y entró a su hogar.

El rey y el sabio se acercaron a la ventana para ver la escena. El paje arrojó al piso todo lo que estaba sobre la mesa, dejando solo la vela. Se sentó y vació el contenido dela bolsa, sus ojos no podían creer lo que veían. Era una montaña de monedas de oro. Las tocaba y amontonaba, las acariciaba y las hacía brillar a la luz de la vela, las juntaba y las desparramaba, hacía pilas de monedas. Así jugando comenzó a hacer pilas de diez monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis…  y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, …. hasta que formó la última pila: ¡9 monedas!…..

Su mirada recorrió la mesa buscando una moneda más, luego buscó en el piso y finalmente en la bolsa. “No puede ser” pensó. Puso la última pila al lado de las demás y confirmó que era más baja. Me robaron -gritó- ¡me robaron!. Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus bolsillos, en sus ropas, movió los muebles, pero no encontró lo que buscaba. Sobre la mesa como burlándose de él una montañita resplandeciente le recordaba que había solo 99 monedas de oro.

99 monedas es mucho dinero –pensó- pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo –pensaba- “cien es un número completo pero noventa y nueve, no.

El rey y el sabio miraban por la ventana la cara del paje que ya no era la misma, tenía el seño fruncido y los rasgos tiesos. El paje guardó las monedas en la bolsa mirando para todos lados para ver si lo estaban mirando, escondió la bolsa entre la leña. Luego comenzó a hacer cálculos de cuanto tiempo necesitaría ahorrar para comprar su moneda número cien.

Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después quizá no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas de oro se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo: si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. Pero si pedía a su esposa que buscara trabajo por un tiempo. Y él mismo… después de todo, él terminaba su tarea en el palacio a las 5 de la tarde, podría trabajar en el pueblo hasta la noche y recibir alguna paga extra. Sacando cuentas, con sus dos trabajos y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero; aún así era demasiado tiempo.

Quizá pudiera llevar al pueblo lo que quedara de comidas todas las noches y venderlo por una monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más habría para vender. Además hacía mucho calor, así que para que tanta ropa en invierno, sí, podrían vender sus ropas y con eso obtener otro tanto. ¿Para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.

El sabio y el rey volvieron a palacio. El paje había entrado al círculo del 99….

Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrió aquella noche. Una mañana el paje entró a la alcoba real golpeando puertas y refunfuñando.

¡Qué te pasa? Preguntó el rey de buen modo.

Nada me pasa, nada me pasa.

Antes no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.

Hago mi trabajo ¿no? ¿Que quería que además fuera su bufón?

…No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era grato tener un paje que estuviera siempre de mal humor.