Por: Dr. Marco Antonio Villalvazo Molho.

Recuerdo claramente la visita al consultorio de mi prima Alejandra. Estaba muy angustiada y alarmada por la forma abundante y descontrolada en que come Sandro, su pequeño hijo de diez años. – Me dijo – come todo el tiempo sin parar, al llegar de la escuela se sienta frente al televisor rodeado de palomitas, frituras, dulces y su gran refresco, y nada ni nadie lo puede mover de ahí, si no le doy lo que pide de comer entra en un estado de ansiedad y exigencia que siempre se sale con la suya. – También me dijo – la comida y la cena las realiza rápidamente para volver a la televisión y seguir comiendo, además Sandro está muy subido de peso y por más que le digo y le digo no quiere hacer ningún ejercicio.
Alejandra es una excelente cocinera, que siempre tiene preparados riquísimos platillos, posee una gran despensa llena de comida chatarra por si llega alguna visita. Nunca en su vida a realizado algún ejercicio, ni le interesa realizarlo, desde que se casó hace 11 años, ha subido 31 kilos, es una mujer con grandes conflictos matrimoniales, su esposo trabaja todo el día, prácticamente no hay comunicación familiar. Desde que nació su hijo, Alejandra decidió no trabajar, para dedicarse a él en cuerpo y alma.
Pedí que le realizaran a Sandro algunos estudios de laboratorio, después de revisarlos, logré descartar alteraciones metabólicas u hormonales que se relacionaran con su comer exagerado. Esta madre desesperada me preguntó con ansiedad ¿entonces que puedo hacer para ayudar a mi hijo? Procedí a comentarle
que lo mejor que podría hacer para mejorar el bienestar físico y emocional de ella, y de mi sobrino, era que ella iniciara por su cuenta con mejores hábitos de alimentación y de vida.
Algunos de los acuerdos a los que llegamos para que iniciara, fuero:
- No comprar refrescos de ningún tipo.
- Sacar la televisión del área de comida.
- Sin violencia, no ceder a los berrinches.
- Olvidar las amenazas y los resentimientos.
- Vaciar la despensa de esa comida fácil y adictiva.
- Ser un buen ejemplo, pero no ser santa ni perfecta,
- Solamente se puede comer en la cocina o comedor.
- Cambiar el azúcar por algún edulcorante no calórico.
- Dedicarse en cuerpo y alma a ser la mejor versión de ella misma.
- Evitar el encierro, salir a caminar y recuperar amistades perdidas.
- Convertir la hora de comer en momentos de concordia y comunicación,
- No utilizar aparatos celulares o computadoras a la hora de los alimentos.
- Hablar claramente sobre las nuevas reglas, las cuales no son castigos.
- Hacer un esfuerzo y dialogar con su marido sobre la comunicación perdida.
- Tener siempre frutas y vegetales listos para ser consumidos a cualquier hora.
- Tu como lector o lectora, ¿qué le recomendarías a Alejandra?
Los padres deben trabajar en equipo y ser el mejor ejemplo posible para sus hijos, ellos entienden ejemplos, no discursos. No deben ceder a los gritos, caprichos o chantajes. hay que recordar que muchas veces los niños piden algo sólo para medir fuerzas y si no se les ponen límites muy claros, se pueden convertir en unos pequeños pero crueles dictadores. Como decía mi abuela: a los niños como al estómago, no es conveniente darles todo lo que nos piden.
No puedes cambiar de dónde vienes, pero si hacia donde te diriges… atrévete a influir de manera positiva en tu destino.
Dr. Marco Villalvazo
Médico General Certificado
Educador en Diabetes Certificado
Diplomado en Nutrición y Obesidad
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