Nadie está exento de discutir. Incluso las parejas más sólidas tienen desacuerdos, y eso no es necesariamente negativo. Pelear no significa que el amor se esté acabando; de hecho, puede ser una señal de que ambos se interesan lo suficiente como para defender sus ideas. Sin embargo, el cómo se pelea marca la diferencia entre una relación sana y una que desgasta.
El primer paso es evitar los ataques personales. Frases como “siempre haces lo mismo” o “nunca me escuchas” suelen activar mecanismos de defensa y cierran cualquier posibilidad de entendimiento. En su lugar, intenta comunicar cómo te sientes: “me sentí ignorado cuando pasó esto”.
Otra clave es darse tiempo para enfriar la cabeza. No todo debe resolverse en el calor del momento. A veces, una pequeña pausa permite ver el problema desde otra perspectiva y evita que digas algo de lo que puedas arrepentirte.

Y aunque no parezca romántico, tener reglas para discutir puede salvar relaciones. Por ejemplo: nunca irse a dormir sin antes cerrar el conflicto, o no discutir por mensajes de texto temas sensibles. Establecer estos límites ayuda a construir una cultura de respeto.
Finalmente, reconciliarse también importa. No solo se trata de resolver el conflicto, sino de recordarse mutuamente que siguen eligiéndose a pesar de las diferencias.
“Pelear con quien amas no es un fracaso, es una oportunidad para entender y crecer juntos.”