La enfermedad renal crónica (ERC) es una afección cada vez más prevalente,
especialmente entre la población de adultos mayores. Se estima que esta condición
afecta al 10% de la población mundial, y en México se calcula que el 12.2% de la
población la padece. En el Estado de México, se ha identificado que uno de cada cinco
adultos mayores presenta esta enfermedad. La ERC se define como una disminución del
funcionamiento renal estimado por debajo de 60 ml/min/1.73 m2 por un periodo superior
a tres meses, junto con cambios estructurales detectables mediante examen general de
orina, ultrasonografía o biopsia renal. Muchos pacientes acuden a consulta en etapas
avanzadas (funcionamiento renal estimado menor o igual a 15 ml/min/1.73 m2),
acompañados por familiares o cuidadores con inquietudes sobre la necesidad de
diálisis. La diálisis implica colocar un catéter ya sea en una de las venas más grandes
del cuerpo, en el abdomen o fistula con el fin de eliminar toxinas y/o exceso de líquidos.
Preguntas comunes incluyen: “¿Mi madre necesita diálisis?” o “¿Le irá bien con el
tratamiento, doctor?”. La respuesta a estas preguntas es compleja, ya que iniciar diálisis
en personas mayores implica considerar múltiples factores más allá de los resultados
de laboratorio.
¿Salva vidas la diálisis en personas mayores?
Instintivamente, podríamos pensar que iniciar diálisis es siempre lo mejor: ayuda a
eliminar toxinas y exceso de líquidos, lo cual parece beneficioso. Pero la ciencia dice
otra cosa. Un estudio publicado en la revista Nephrology Dialysis Transplantation en
2022 analizó a miles de pacientes y encontró que la diálisis, en efecto, reduce el riesgo
de muerte en comparación con el manejo sin diálisis. Pero esa ventaja disminuye
considerablemente en personas mayores de 80 años, o en aquellas con múltiples
enfermedades o con debilidad general (lo que los médicos llamamos «fragilidad»).
Además, la diálisis no está exenta de riesgos: cerca de un tercio de los pacientes
mayores muere en el primer año de haberla iniciado como fue reportado en un estudio
alemán. Esto se debe a que el proceso de diálisis es exigente: puede debilitar aún más a
una persona con pocas reservas físicas o sin apoyo familiar suficiente. Por eso, la
decisión debe personalizarse, considerando no solo los riñones, sino también al
paciente en su totalidad.
¿Y qué pasa con la calidad de vida?
No todos los adultos mayores se benefician por igual de la diálisis. En pacientes frágiles
o con varias enfermedades crónicas, muchos nefrólogos optan por no iniciar esta
terapia, ya que en estos casos la mortalidad es alta y la calidad de vida podría no
mejorar. De hecho, hay estudios que respaldan esta decisión. Por ejemplo, una
investigación publicada en BMC Nephrology observó que, después de seis meses, los
adultos mayores que siguieron un tratamiento conservador (sin diálisis) reportaron una
mejor calidad de vida que quienes sí fueron dializados. Además, estudios realizados en
el Reino Unido y Australia mostraron que los pacientes mayores en diálisis sufrían más
síntomas y tenían una percepción de bienestar menor en comparación con aquellos que
eligieron no dializarse.
Ahora bien, no todo es blanco o negro. La evidencia más reciente sugiere que el impacto
de la diálisis en la calidad de vida puede variar mucho de un paciente a otro. En el estudio
EQUAL, un trabajo europeo que incluyó a personas mayores de 65 años se encontró que
muchos síntomas —como fatiga, inapetencia o comezón— eran muy frecuentes antes
de comenzar la diálisis, y tendían a estabilizarse después de iniciar el tratamiento. ¿A
qué se debe esta diferencia entre estudios? Principalmente, a que los resultados
dependen del tipo de pacientes incluidos. En general, las personas más frágiles y
vulnerables son quienes peor calidad de vida reportan después de comenzar diálisis, en
comparación con quienes siguen un manejo conservador.
¿La diálisis tiene efectos cognitivos?
Otro aspecto que debemos considerar es la función cognitiva, es decir, la memoria, la
atención, la capacidad de tomar decisiones. Más del 50% de los pacientes mayores en
hemodiálisis presentan algún grado de deterioro cognitivo, una cifra superior a la
observada en quienes no se dializan como fue documentada en una revisión sistemática
publicada en el 2024 en la revista española de geriatría y gerontología. Parte de este daño
puede explicarse por los episodios de bajada de presión arterial durante las sesiones,
que afectan temporalmente la oxigenación del cerebro, así como el acumulo de toxinas
que no puede eliminar el riñón. En personas ya mayores, esto puede acelerar el deterioro
mental y aumentar el riesgo de dependencia o institucionalización.
En aquellos pacientes con demencia diagnosticada, los estudios muestran que la
diálisis rara vez ofrece beneficios sustanciales y sí aumenta la probabilidad de
complicaciones. En esos casos, optar por un tratamiento sin diálisis, enfocado en el
confort y la calidad de vida, puede ser la mejor alternativa.
Iniciar diálisis en una persona mayor no debe ser una decisión automática. Es
necesario considerar:
- Su estado general de salud.
- Su nivel de independencia y funcionalidad.
- Su capacidad cognitiva.
- Su red de apoyo (familiares, cuidadores).
- Sus valores personales y expectativas.
Más que pensar en “dializar” o “no dializar” al paciente, debemos preguntarnos: ¿Qué
le ofrecerá una mejor calidad de vida y le permitirá conservar su dignidad? La
enfermedad renal crónica en adultos mayores no se cura, pero sí se puede tratar con
humanidad. Si tú o un ser querido está enfrentando esta decisión, acércate a un
nefrólogo. El tratamiento ideal no es igual para todos: a veces, cuidar es no intervenir.