Poe Diana Silva
Nuestros hijos atraviesan un viaje emocional complejo mientras crecen, lleno de cambios físicos y mentales. Como padres, es crucial estar a su lado, entenderlos y brindarles las herramientas necesarias para que comprendan y nombren sus emociones. Aquí te presentamos algunas claves para trabajar la inteligencia emocional de los niños, adaptadas a diferentes edades, desde bebés hasta la preadolescencia.
Empezar desde el Primer Año:
Incluso los bebés más pequeños pueden empezar a ser conscientes de sus emociones. Observemos sus patrones de llanto y respondamos de manera consistente, validando sus sentimientos.
A los 2 Años:
Los niños empiezan a descubrir el mundo y necesitan guía emocional. Experimentan una gama de emociones, desde alegría hasta miedo, expresadas a menudo a través de berrinches. Requieren acompañamiento y comprensión.
Preescolar:
Con el desarrollo cognitivo, los niños pueden identificar emociones básicas. Es el momento de trabajar la inteligencia emocional con cuentos y recursos visuales para ayudarles a comprender y gestionar sus sentimientos.
Edades de 4 y 5 años:
Con un mayor dominio del habla, los niños pueden expresar mejor sus emociones. Es fundamental enseñarles a gestionar miedos e inseguridades, ayudándoles a distinguir entre realidad y fantasía.
Niños de 6 años:
Con una comprensión más profunda de las emociones, los niños pueden expresarse y empatizar mejor. Es crucial fomentar el diálogo y la autorregulación emocional.
Aproximadamente a los 7 años:
Los niños experimentan cambios cognitivos significativos, lo que afecta su percepción y gestión emocional. Desarrollan empatía y muestran más comprensión hacia los demás.
Preadolescencia (8 años en adelante):
Con progresos motores y cognitivos, los niños se vuelven más independientes y reflexivos. Es el momento de trabajar su inteligencia emocional para prepararlos para la vida adulta, proporcionándoles las herramientas necesarias para afrontar los desafíos que enfrentarán.
En resumen, la educación emocional es un viaje continuo que debemos iniciar desde una edad temprana y acompañar a lo largo del crecimiento de nuestros hijos. Al proporcionarles las herramientas necesarias, les ayudamos a navegar por el complejo mundo de las emociones y a construir una base sólida para su bienestar emocional futuro.