El espacio ha sido una fuente inagotable de fascinación para la humanidad, desde la literatura hasta el cine. Más allá de su inmensidad, es el escenario perfecto para explorar preguntas existenciales y desafíos hipotéticos: ¿Estamos solos en el universo? ¿Qué pasaría si llegáramos a contactar con otras formas de vida? En 1997, Robert Zemeckis, director de clásicos como Forrest Gump y Regreso al futuro, abordó estos enigmas en Contacto, una película tan brillante como subestimada dentro del género de la ciencia ficción.
Protagonizada por Jodie Foster y un joven Matthew McConaughey, este thriller espacial explora el encuentro entre la humanidad y una señal de origen extraterrestre. Foster interpreta a la doctora Eleanor Arroway, una científica dedicada al programa SETI, quien tras años de trabajo infructuoso descubre una señal proveniente de la estrella Vega. Una secuencia de números primos abre la puerta a un misterio que pone a prueba las creencias, los miedos y la ambición de la humanidad.
Lo que hace que Contacto destaque no es solo su narrativa sólida, sino su realismo. La película plantea reacciones humanas y políticas completamente plausibles ante un evento de esta magnitud: desde la peregrinación masiva al lugar de investigación hasta el caos generado por fanáticos y conflictos entre naciones. Este enfoque, combinado con los efectos visuales avanzados para su época, la convierte en una obra atemporal que sigue siendo relevante en debates sobre ciencia y religión.
Aunque la película recibió elogios de la crítica, su producción no estuvo exenta de complicaciones. Basada en un concepto de Carl Sagan y Ann Druyan, el proyecto pasó por varios directores y casi una década de desarrollo antes de que Zemeckis tomara las riendas. Sin embargo, el esfuerzo valió la pena: Contacto es hoy un recordatorio de que la ciencia ficción puede ser tan reflexiva como espectacular.