Por Paula García
La circulación en un tramo de la autopista Puebla-Orizaba sigue cerrada tras cuatro días de un derrumbe que sepultó varias pipas y que ha afectado gravemente el flujo de esta vía importante. La Guardia Nacional ha mantenido la vigilancia y confirmó que, debido a la magnitud del deslizamiento de tierra, la carretera aún no puede reabrirse, mientras que Caminos y Puentes Federales (CAPUFE) ha declarado una emergencia técnica.
El derrumbe, que ocurrió a la altura del kilómetro 166 en dirección a Veracruz, impactó directamente a varios vehículos, incluyendo algunas pipas que quedaron bajo los escombros. Este incidente no solo ha afectado a conductores, sino que también ha ocasionado interrupciones en el transporte de mercancías, generando largas filas y desviaciones para quienes deben utilizar esta ruta.
Operativos de Emergencia y Avances en la Limpieza
Equipos de emergencia y de CAPUFE han estado trabajando en el lugar con maquinaria especializada para retirar los escombros y evaluar la seguridad del tramo. Sin embargo, la gravedad del derrumbe ha dificultado la limpieza, y se desconoce cuánto tiempo más llevará restaurar completamente el tránsito. Además, las autoridades han implementado desvíos hacia otras rutas alternas, recomendando a los usuarios de la autopista Puebla-Orizaba tomar precauciones y considerar vías secundarias.
Alternativas de Ruta y Recomendaciones
La Guardia Nacional sugiere a los automovilistas tomar las siguientes rutas alternas para evitar el tramo afectado:
- Desvío por la carretera federal 150: una opción recomendada para quienes viajan entre Puebla y Veracruz, aunque puede presentar tráfico más lento debido a la mayor cantidad de vehículos.
- Carretera estatal Atlixco–Izúcar de Matamoros: otra alternativa, especialmente para quienes transitan en direcciones locales.
Un Llamado a la Precaución
CAPUFE ha pedido a los conductores mantenerse informados sobre el estatus de la autopista y tener paciencia ante los trabajos de restauración, que continúan de forma ininterrumpida. Este derrumbe destaca la necesidad de reforzar la infraestructura en las autopistas mexicanas, particularmente en regiones vulnerables a deslizamientos de tierra.