Sueño, alimentación, desarrollo… Las apps prometen facilitar la crianza, pero pueden imponerse al criterio y la intuición de los padres
Cuando en 2010 surgieron los blogs sobre maternidad, no solo se rompió con el relato idealizado de la crianza, sino que también se abrió un espacio de encuentro. En ellos, muchas mujeres encontraron experiencias y preocupaciones compartidas, lo que alivió el peso de criar. Aunque los fundamentos básicos de la crianza no han cambiado, en la última década ha estado marcada por la soledad de las familias y la pérdida de referentes. No es extraño, entonces, que junto a estos relatos hayan proliferado libros, cursos y aplicaciones móviles de apoyo.
Estas herramientas nacen de la necesidad de encontrar apoyo en momentos de incertidumbre, pero también reflejan el cuestionamiento de los modelos de crianza heredados. Ahora se piensa más en la educación emocional de las nuevas generaciones. Sin embargo, este acceso a más información puede convertirse en una trampa, ya que impone metas poco realistas y genera una presión innecesaria. Buscar siempre la mejor opción en todo puede llevar a un perfeccionismo agotador.
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Las aplicaciones abarcan múltiples aspectos de la crianza: control del crecimiento y desarrollo del bebé, lactancia, salud mental materna, alimentación infantil, estimulación temprana y organización del día a día. Sin embargo, son utilizadas en su mayoría por mujeres. Estudios han señalado que ellas recurren más a la tecnología para resolver cuestiones de crianza y buscar información sobre el cuidado infantil.
En una sociedad que sigue delegando el rol de cuidado principalmente en las mujeres, son ellas quienes más necesidad sienten de cuestionar y transformar los patrones que han recibido. Pero esto también implica una mayor presión. La idea de que una madre debe poder con todo ha llevado a muchas a una carrera contrarreloj por obtener más herramientas y conocimientos. En este contexto, la industria de las aplicaciones de crianza ha crecido, ya que todo lo que genera interés acaba siendo mercantilizado.
El problema no es la aplicación en sí, sino el uso que se le da. Para algunas familias, estas herramientas pueden ser un apoyo invaluable, especialmente cuando se cría en solitario, lejos de familiares o en un entorno con barreras idiomáticas. Sin embargo, pueden generar presión si reemplazan la interacción personal o la toma de decisiones basada en la propia intuición.
Otro riesgo es que el uso excesivo de estas aplicaciones refuerce la soledad de los padres. Cuando una app se convierte en el principal referente, suple el papel que antes tenían la familia, los amigos o los profesionales de la salud. Además, el consumo sin filtro de información puede derivar en estrés y ansiedad. Muchas aplicaciones no cuentan con el respaldo de expertos, lo que puede llevar a malinterpretaciones que generan angustia en las familias.
El impacto de la tecnología en la crianza es evidente. Muchas madres y padres se sienten desorientados ante la sobrecarga de información contradictoria, lo que en ocasiones los aleja de sus propias decisiones. La relación con estas herramientas dependerá del carácter y momento vital de cada persona. Sin embargo, si una aplicación genera más ansiedad que tranquilidad, quizá ha llegado el momento de desinstalarla.