El cineasta busca en ‘Bardo, la falsa crónica de unas cuantas verdades’ un camino de introspección por el que circulan abiertamente sus contradicciones.
¿Autoindulgencia o catarsis personal? Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963) pisa a fondo el acelerador con Bardo, la falsa crónica de unas cuantas verdades, una película excesiva, carnavalesca, plagada de imágenes entre lo poético y lo surrealista en la que él mismo es el protagonista absoluto.
El “bardo” del título se refiere a un concepto del budismo que describe un estado entre la vida y la muerte, el momento previo al apagón en el que el ser humano se enfrenta a su karma y en el que se decide su próxima encarnación. El director explica que esta película, que se estrena el 4 de noviembre, es una “búsqueda del sentido”, un intento de poner orden a su memoria.
Lo de ‘falsa crónica de unas cuantas verdades’ viene porque solo la ficción le permite ajustar cuentas consigo mismo. El director de películas como Amores perros (2000), su fulgurante debut, Babel (2005), y las dos que le dieron un Óscar al mejor director dos años consecutivos, Birdman (2014) y El renacido (2015), se convierte en un afamado periodista de televisión y documentalista. Le da vida Daniel Giménez Cacho “disfrazado” de él mismo.
A pesar de su éxito, está desubicado, echa de menos su México natal pero también lamenta su brutalidad, al tiempo que se siente extranjero en Los Ángeles. Hay conversaciones con Hernán Cortés, una batalla entre el ejército mexicano y el de Estados Unidos, bandas militares, casas inundadas y fiestas fastuosas. Dice que le gusta que la película se vea como “autoparódica”.
¿Como surge esta película?
Surge después de 21 años en Estados Unidos, habiendo emigrado de mi país y llegando a una edad en la que empiezas a ver que la otra migración también se acerca. Se me empezaron a revolver una serie de reflexiones, sentimientos, sueños, miedos, preguntas… y me pareció importante poder poner en orden todas estas cosas que nunca me había parado a pensar. Sentía que debía compartirlas. Es un rescate de la memoria personal y colectiva de un país. Fue un acto necesario para mí.
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