La historia de México está llena de figuras heroicas, pero pocas combinan el coraje militar, la visión social y el origen popular como Vicente Guerrero. Guerrero fue más que un insurgente o un presidente: fue un hombre que desafió a las élites, luchó por los marginados y dejó un legado imborrable al abolir la esclavitud en 1829, décadas antes que muchas otras naciones del continente.
Un origen humilde y profundamente mexicano
Nacido en 1782 en Tixtla, actual estado de Guerrero, Vicente Ramón Guerrero Saldaña creció en un hogar de campesinos y arrieros. Su familia era mestiza, con ascendencia indígena y africana, lo que marcó profundamente su cosmovisión. Lejos de los círculos criollos ilustrados, Guerrero era un hombre del pueblo que entendía las carencias, la desigualdad y la opresión que vivían los sectores más humildes del virreinato.
Desde joven trabajó como arriero, oficio que le permitió conocer buena parte del sur del país, y más tarde, esa experiencia sería clave para desarrollar una eficaz red de comunicación y logística durante la lucha insurgente.
El guerrero de la independencia
Se unió a la lucha por la independencia en 1810 bajo las órdenes de Hermenegildo Galeana y José María Morelos. Tras la caída de los principales líderes del movimiento, Guerrero no solo continuó combatiendo, sino que se convirtió en el último gran líder insurgente activo durante la etapa final de la guerra.
A diferencia de otros comandantes, Guerrero adoptó tácticas de guerra de guerrillas que le permitieron resistir por años a las fuerzas virreinales. Durante ese tiempo, rechazó múltiples ofertas de indulto, reafirmando su convicción patriótica. En una célebre carta dirigida a su padre —quien intentó convencerlo de rendirse—, Guerrero escribió: “La patria es primero”, una frase que lo acompañaría como símbolo de su entrega a la causa nacional.
Alianza con Iturbide y consumación de la independencia
En 1821, Agustín de Iturbide —militar realista que veía el cambio político como inevitable— buscó una alianza con Guerrero. Tras una reunión en Acatempan (que dio pie a la famosa aunque probablemente apócrifa “Abrazo de Acatempan”), ambos firmaron el Plan de Iguala, que sentó las bases para la consumación de la independencia bajo tres garantías: religión, independencia y unión.
El ejército Trigarante, encabezado por ambos, logró la entrada triunfal a la Ciudad de México en septiembre de 1821, marcando el fin del dominio español. Sin embargo, Guerrero pronto se distanció de Iturbide, quien se proclamó emperador. Fiel a su visión republicana, el caudillo del sur se unió a los grupos que derrocaron el imperio en 1823.
El presidente del pueblo
Vicente Guerrero fue electo vicepresidente en 1828, pero una serie de fraudes electorales y conflictos internos lo llevaron a asumir la presidencia en abril de 1829 tras un levantamiento popular. Su gobierno, aunque breve, estuvo marcado por un enfoque progresista: impulsó la educación, promovió la igualdad social y enfrentó a los intereses conservadores.
Sin duda, su mayor acto fue la abolición total de la esclavitud en México, proclamada el 15 de septiembre de 1829. Este decreto no solo fue un avance histórico, sino también un reflejo de sus valores personales y su comprensión profunda de la libertad como un derecho inalienable.
Derrocado por sus ideales
La presidencia de Guerrero incomodó a los grupos de poder tradicionales. Fue derrocado ese mismo año por su vicepresidente, Anastasio Bustamante, quien lideró un golpe de Estado. Guerrero fue traicionado por el marino genovés Francisco Picaluga, quien lo entregó a las autoridades por una suma de dinero. Fue juzgado sumariamente y fusilado el 14 de febrero de 1831 en Cuilápam, Oaxaca.
Aunque su muerte fue trágica, su legado se elevó por encima de la traición. En 1849, el Congreso creó el estado de Guerrero en su honor, reconociendo su papel esencial en la fundación del país.
Guerrero, el rostro de la justicia social
Vicente Guerrero representa al México diverso, mestizo y profundo. Fue un líder que no surgió de las élites, sino de las entrañas del pueblo, y gobernó con la convicción de que el país debía ser de todos, no solo de unos pocos.
Su historia ha sido, en ocasiones, opacada por otros personajes de la independencia, pero su legado es innegable: fue el primer presidente afrodescendiente de México, un defensor de la igualdad y un símbolo de lucha contra la opresión.
Recordar a Vicente Guerrero no es solo un acto de justicia histórica, sino un llamado a reconocer a quienes construyeron esta nación con principios, valentía y un profundo amor por la libertad.
