Pocas bandas pueden presumir una trayectoria tan longeva, vibrante y técnicamente virtuosa como Chicago. La noche del 16 de mayo, la Arena CDMX fue testigo de un concierto que demostró que el tiempo no solo no ha mermado su esencia, sino que ha refinado su poderío musical. Como parte de su gira mundial “Live Concert”, la agrupación estadounidense se presentó ante miles de fans mexicanos con una entrega total, celebrando décadas de historia y emoción.


Desde que se apagaron las luces, el ambiente se cargó de expectativa. Al primer acorde, estalló la nostalgia colectiva. La apertura con “Beginnings” fue apenas un adelanto del viaje que estaba por comenzar. A lo largo de más de dos horas de show, desfilaron clásicos como “If You Leave Me Now”, “Hard Habit to Break”, “Saturday in the Park”, “25 or 6 to 4”, entre otros temas que han dejado huella en la historia del rock con metales.
Lo que hace único a Chicago —y lo que se celebró con fuerza esa noche— es su sección de metales. En un mundo donde los sintetizadores y las pistas pregrabadas dominan, la presencia real de trompetas, saxofones y trombones en el escenario es un lujo y una demostración de fidelidad artística. Los solos, las armonías perfectamente ejecutadas y la interacción entre los vientos y el resto de la banda crearon una sinergia poderosa y conmovedora.


La audiencia —conformada tanto por fans veteranos como por jóvenes seguidores que crecieron escuchando la música de sus padres— se mantuvo de pie, ovacionando, coreando cada canción y entregándose con una energía que contagió incluso a los músicos. Hubo momentos íntimos, como cuando interpretaron “You’re the Inspiration” bajo luces suaves y celulares iluminando el recinto, y momentos explosivos con “Feelin’ Stronger Every Day” que sacudieron el piso de la Arena.
Chicago demostró por qué son llamados “la banda de vientos más famosa del mundo”. No solo por sus instrumentos, sino por su aliento musical, por la vida que imprimen en cada nota y por cómo siguen soplando fuerte, incluso después de más de cinco décadas.

Una noche así no solo es un concierto. Es una celebración de la música como lenguaje universal, como memoria viva y como acto de resistencia contra el olvido. La Arena CDMX fue, por una noche, la casa de Chicago. Y México, una vez más, les abrió los brazos como si nunca se hubieran ido.