Por Fernanda Sánchez
La resistencia a los antibióticos es un problema global que podría causar, en los próximos 25 años, la muerte de más de 39 millones de personas directamente, y de 169 millones de forma indirecta, según un estudio publicado en The Lancet. Aunque la solución a este desafío podría estar más cerca de lo que imaginamos, posiblemente en nuestros cepillos de dientes.
Los baños, lugares que frecuentamos a diario, albergan una biodiversidad microscópica que incluye millones de virus y bacterias, muchos de los cuales aún no han sido identificados. Un reciente estudio publicado en Frontiers in Microbiomes analizó los cabezales de ducha y cepillos de dientes en diversos baños de Estados Unidos. Los resultados fueron sorprendentes: se identificaron más de 600 virus, muchos de ellos desconocidos hasta la fecha. Entre ellos, se encontraron virus con la capacidad única de destruir bacterias, conocidos como bacteriófagos o fagos.
Microbios: ¿Amigos o enemigos?
La interacción entre humanos y microorganismos es más profunda de lo que creemos. De acuerdo con Erica Hartmann, microbióloga de la Universidad de Northwestern, estos virus podrían jugar un papel crucial en la lucha contra la resistencia a los antibióticos. Los bacteriófagos, especialmente, pueden atacar a bacterias peligrosas, como las que causan tuberculosis y otras infecciones crónicas.
La investigación sobre estos virus podría ayudar a desarrollar nuevos tratamientos para combatir la resistencia microbiana, uno de los mayores desafíos para la medicina moderna. Aunque los antibióticos seguirán siendo esenciales, los fagos podrían ser aliados valiosos en la batalla por preservar nuestra salud.
Un futuro con nuevas terapias
Con el avance de las técnicas de secuenciación genética, los científicos están logrando conocer mejor el papel de los fagos en la lucha contra bacterias resistentes. El potencial de estas investigaciones es enorme, y podría abrir la puerta a nuevos tratamientos biotecnológicos. Sin embargo, como señala la experta María del Mar Tomás, los fagos deberán complementarse con otras soluciones, como el diagnóstico precoz y el uso inteligente de antibióticos.
En definitiva, los microbios que nos rodean, incluidos aquellos en el cabezal de nuestra ducha o en nuestro cepillo de dientes, podrían ser clave para la medicina del futuro.