Por Dayana Mendizabal
María Félix, nacida en Álamos en 1914, dejó una huella imborrable en la historia del cine mexicano. Su enigmática belleza latina y su actuación única la consolidaron como la “Doña” del séptimo arte. Con una filmografía diversa que abarcó melodramas, dramas revolucionarios y adaptaciones literarias, María Félix personificó el arquetipo de la mujer fatal con una mezcla única de altivez y desdén hacia el machismo.
Desde su debut en 1942 con “El peñón de las ánimas”, donde compartió pantalla con su futuro esposo Jorge Negrete, hasta sus innumerables éxitos, María Félix demostró su versatilidad y talento. Su colaboración con el director Miguel Zacarías marcó el inicio de una carrera cinematográfica que la llevó por toda Latinoamérica y Europa, donde alcanzó gran renombre.
Entre sus destacadas interpretaciones se encuentra “La mujer sin alma” (1943) y el icónico papel en “Doña Bárbara” (1943), basada en la obra de Rómulo Gallegos. La “Devoradora de Hombres” obtuvo tres Premios Ariel a la Mejor Actriz por “Enamorada” (1947), “Río Escondido” (1949) y “Doña Diabla” (1951).
María Félix también incursionó en producciones internacionales, como su participación en “French Can-Can” dirigida por Jean Renoir en 1954. Su legado se extiende a través de películas memorables como “La monja alférez”, “Amok”, “Mare Nostrum” y colaboraciones con grandes como Luis Buñuel en “Los ambiciosos”.
En 1981, recibió un Ariel especial en reconocimiento a su contribución excepcional al cine mexicano. Su presencia magnética y su capacidad para personificar una amplia gama de roles la convierten en una leyenda del cine, una mujer que desafió convenciones y dejó una marca imborrable en la historia cinematográfica. La “Doña” María Félix sigue siendo recordada como la diva indiscutible del cine mexicano.